He aquí un libro que me hubiera gustado leer cuando tenía diez o doce años. Pero por aquel entonces, ya me había entrado la fiebre del terror y la novela gótica, e incluso la afición por los vampiros bestsellieranos de Anne Rice (ahora, reniego bastante de ellos). Tardaría unos años en interesarme por novelas fantásticas como El señor de los anillos o La historia interminable. Algunos más por descubrir la ciencia ficción. Y me ha costado un cuarto de siglo llegar hasta la novela de aventuras (esto seguramente no es del todo cierto, pero por ponernos un pelín dramáticas). Lo que es peor aun: ¿por qué no había leído antes a Kipling, autor del que decía Borges que después de Shakespeare era el único inglés que usaba todo el diccionario al escribir? Misterios insondables, me temo.
Por eso, si todavía no lo habéis hecho, o tenéis a un adolescente cerca, os recomendamos El libro de la selva. A mi generación, que creció con la versión de Walt Disney, le sorprenderá -o quizá están más instruidos que yo- descubrir que es una recopilación de historias en la que, si bien es cierto que Mogwli es posiblemente el personaje principal, también se recogen las historias de otros habitantes de la Selva que nada tienen que ver con él, como por ejemplo, la de la valiente mangosta Rikki Tikki Tavi o Toomai el de los elefantes. Personajes emblemáticos de nuestra infancia como Baloo o Bagheera se revelan como caracteres muy distintos a las adaptaciones cinematográficas. Sólo por eso, ya valdría la pena la lectura.
Kipling nació en la India aunque su educación fue estrictamente inglesa. Fue el primer británico en recibir el Nobel de Literatura en 1907. Y un laureado poeta y narrador en su época. En 1894 publicaba El libro de la selva, que es una de sus numerosas y aclamadas obras. Otro ejemplo más de que el s.XIX fue uno de los siglos más prolíficos y cualitativos en las letras.
Rudyard Kipling, portavoz de los Pueblos de la Selva |
Es posible que actualmente las teorías literarias post-colonialistas puedan tildar a este autor de vete-tú-a-saber (y mejor no saber). Fue declarado sin lugar a duda el escritor de Imperio por derecho, algo que siempre le agradó y que quizá ahora no tenga la plenitud de significado que en su momento. Sin embargo, su obra aporta gran información sobre la que él consideraba "una colonia más" del gran Imperio Británico. Y puede ser de gran interés para todos. Aunque ciertas costumbres relatadas en sus cuentos puedan parecernos cercanas a la barbarie (todo habrá que leerlo bajo el contexto adecuado), también es cierto que El libro de la selva ensalza valores de justicia, honestidad, compasión y honor mediante personajes antropomórficos en la mayoría de los casos.
Así que obligada lectura. Ideal para prevenir la indiferencia y la apatía entre los jóvenes (creemos). Y para hacernos un poco más ricos de mente. Pero mucho cuidado con los Bandar-log, que no saben lo que quieren.
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