3 may 2012

Nublado con probabilidades de albóndigas de Judi & Ron Barrett


En casa no hay pregunta más fastidiosa que la siguiente: ¿qué hay para comer hoy? Seguida muy de cerca del ¿qué vamos a cenar? Y es que hay momentos de irritación máxima en el que casi te da vergüenza cualquier mención al hecho de cocinar, de pensar siquiera en abrir el congelador. Por eso, declaro de forma oficial y universal, e imponderable, que Judi Barrett es mi heroína número uno y la creadora de la verdadera panacea: el pueblo de Tragaycome. Por favor, ¿alguna compañía low cost que nos deje cerca?


Nublado con probabilidades de albóndigas empieza con un desayuno la mar de cotidiano y americano: el abuelo prepara tortitas mientras a la mesa se hacen apuestas de cuántas se van a comer. Hasta que una sale disparada y aterriza en la cara de Henry. Hecho que propicia que el abuelo recuerde la historia de Tragaycome: un pequeño pueblo donde la gente no se preocupa por lo que va a comer, ni por si lloverá o nevará mañana, pues tiene un tiempo y un clima totalmente especiales y únicos: del cielo caen el desayuno, la comida y la cena del día. No llueve agua, sino sopa o zumo; el viento no trae nubes, sino oleadas de hamburguesas, salchichas y otras delicias. Y de forma puntual, el clima cambia tres veces al día, así que todos viven muy bien alimentados y son sumamente felices. No existen tiendas de comestibles ni supermercados en Tragaycome. Ni nadie se pregunta qué comerán; cuando lo quieren saber, enchufan la tele a ver qué dice el hombre del tiempo. O sale a la calle, o visita el restaurante Sin Techo. Y nunca salen de casa sin llevar algún cubierto o plato. 


Ahora es cuando todos gritamos...




¡¡¡¡¡¡VÁMONOS A TRAGAYCOME!!!!!!


Fin de la reseña para ti si eres una persona sensible. Porque sí, el cuento tiene una segunda parte un tanto triste. Apocalíptica, casi distópica; ¿a que no esperabais un cuento de ciencia ficción? Desgraciadamente, un día sin razón alguna, el clima decide empeorar. Ahora caen tortitas tan gigantes como para inhabilitar la escuela y otros negocios. Enormes panecillos cuan lluvia de meteoritos. Pasta a tutiplén como para inundar las calles de Tragaycome, o un tornado de tomate, que es lo peor que se ha visto nunca. Así que los valientes habitantes de Tragaycome deciden hacerse a la mar en busca de una nueva tierra prometida. Lamentándolo mucho. Y digo valientes porque se embarcan en trozos de pan de molde con velas de tranchete. Eso...¡o la muerte por indigestión monstruosa! 





En una palabra: s-u-b-l-i-m-e.


Por favor, os rogamos encarecidamente la adquisición de este clásico de 1978 que ahora recupera la editorial Corimbo. Porque si la historia de Judi Barrett es maravillosa, la ilustraciones de su entonces marido, Ron Barrett, son prodigiosas. Este experimentado ilustrador otorga al cuento un sinfín de detalles implícitos que hacen que Tragaycome cobre vida. Que uno se vea por sus calles yendo al cine Rialto y tenga que sacar el plato del bolso porque se acerca una nube de tostadas y huevos fritos. El repertorio de personajes que crea para escenificar la vida de este pueblo insólito es imposible de resumir en unas pocas líneas. La comunidad de Tragaycome existe. Su estilo se acerca al tebeo de toda la vida. Y uno sólo puede acabar diciendo: pero qué gran década que fueron los 70. Cuántos artistas maravillosos. Qué grandes ideas. Cuánta buena música, y libros, e imágenes. 


Nublado con probabilidades de albóndigas es un álbum ilustrado de 10 (porque no le podemos dar un 118391031). Una idea brillante, que no ha envejecido en absoluto. Y lo mismo se puede decir de sus ilustraciones. Qué feliz seríamos todos en Tragaycome. Lo dicho, una utopía. 


Cielo despejado. Se avista una horneada de...





p.s: Datos técnicos. Edita, sí, Corimbo. Y traduce: Macarena Salas. Y si tenéis la oportunidad de leerlo en original, se puede conseguir en paperback por menos de 6 euros (visiten The Book Depository). 





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