Gritar cuando el pelo de la cabeza se cuela entre las piernas. Gritar tan fuerte que el eco traspase los confines de la Vía Láctea y todos los animales del bosque deseen huir del peligro. Y aun así, que la trenza insista en fecundarte, obscena.
De esta forma Coleada se transformó en un orondo chimpancé de mirada triste y pelaje lustroso. Ella siempre había sido una chica presumida. De hecho, se veía un ejemplar excepcional: limpio, de pelo sedoso; olía bien. Una rareza animal en cuanto a hábitos higiénicos se refiere.
Su padres nunca lograron aceptar esta transmutación. A los seis meses de oír a su hija predilecta repetir este galimatías sin parar, la vendieron al zoo de Chicago. Luego decidieron superarlo en un crucero a las Barbados.
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