La guerra es cosa de hombres. O al menos ésa es la opinión del Rey Valerio, un gran monarca y belicista que va camino de preparar la guerra veintidós, la guerra que dará a conocer al mundo la destrucción definitiva. Pero además de buen estratega y héroe nacional, el Rey Valerio es un buen padre, que tiene encerrada y protegida en el último piso de su imponente castillo a la melancólica princesa Melina, cual neo Anna Frank acompañada de centenares de latas de conserva y una camarilla de 147 viudas y huérfanos y de su madre la reina Delfina. La única pena: Melina no sabe cómo son las manzanas, los árboles, los pájaros, los ríos, las montañas, los días claros. Su existencia en cautiverio la ha convertido en una ignorante del mundo y la naturaleza.
Cuando Melina cumple cuatro años, Delfina decide enseñarle a leer para que conozca las verdaderas maravillas del mundo, más allá del tronar de los cañones y los soldaditos de plomo con los que se ve obligada a jugar los fines de semana (días de tregua en un constante mundo en guerra. Jornada laboral bélica. ¿Un concepto imposible?). El problema es que la biblioteca del Rey Valerio sólo alberga tratados sobre la guerra, densos tomos sobre la destrucción, técnicas para matar más y de forma más eficaz. Por eso, Delfina decide escribir ella mismo el libro para Melina, y además, le hará un dibujo de todas las cosas que se nombren en él para que la niña sepa cómo son las flores, las frutas, las mariposas, los gatos. Paulatinamente el libro pasa a ser propiedad de la corte de viudas y huérfanos que viven en palacio y entre todos van aumentando el volumen del manuscrito con bellos recuerdos de paz y alegría.
Hasta que el Rey Valerio decide que ese libro, que ha conseguido instaurar la risa como costumbre en palacio, es un objeto subversivo, muy peligroso y que puede desanimar a los soldados en la guerra. Debe deshacerse de él como sea.
Pero... Delfina y Melina lo convencen para que las deje marchar con el libro al castillo del Rey Abundante (el abuelo de Melina). Que allí no serán un estorbo. Y parten un sábado por la mañana, día de tregua; abandonan una tierra inhóspita y humeante por culpa de los cañones con la esperanza de que en el castillo del Rey Abundante sean un poco más libres. Nunca llegaron a su destino. No temáis, no les pasó nada grave. Encontraron un castillo abandonado y decidieron instalarse allí, sembrar, plantar, reconstruir, vivir en paz, cantar y reír.
Adela Turin escribió este relato en 1978 para su sello editorial Della parte de la bambine (A favor de las niñas), casa que fundó para presentar con humor y de forma más compresible la problemática del sexismo. A través de su editorial, Turin pone a disposición de padres y educadores libros divertidos y útiles que plantean difíciles cuestiones pero que son necesarias dialogar desde bien pequeños.
Aunque no somos partidarias de que el sexismo derive en otro tipo de sexismo, Cañones y manzanas nos parece un texto vital para demostrar lo absurdo y abominable de la guerra. Es un álbum ilustrado que permite que cualquier niño comprenda que la guerra es un crimen inadmisible contra la humanidad y la naturaleza, que sólo sirve para destruir las cosas bellas y anular a las personas, para ser siervos de la matanza o permanecer aislados de por vida, como Melina.
Las ilustraciones corren a cargo de Sophie Giles, que ha ilustrado centenares de cuentos para niños, aunque ahora parece ser que vive exclusivamente por y para la fotografía. Una lástima, pues su estilo tiene un toque retro que haría furor en estos tiempos modernos. Pero poco diremos de su trabajo, las imágenes aquí adjuntadas ya son suficientes para admirar su estilo.
Acabaremos con los datos técnicos, como vienen siendo habitual: edita Lumen. Traduce: Humpty Dumpty (que alguien nos presente a este traductor/a, por favor).
Y sobre todo...
¡Haced el amor y no la guerra!
p.s.1: el blog ha sufrido un pequeño parón en estas últimas semanas. A la pereza de las vacaciones se le ha sumado algún que otro asunto familiar, pero que no quepa duda... we're back!
Cuando Melina cumple cuatro años, Delfina decide enseñarle a leer para que conozca las verdaderas maravillas del mundo, más allá del tronar de los cañones y los soldaditos de plomo con los que se ve obligada a jugar los fines de semana (días de tregua en un constante mundo en guerra. Jornada laboral bélica. ¿Un concepto imposible?). El problema es que la biblioteca del Rey Valerio sólo alberga tratados sobre la guerra, densos tomos sobre la destrucción, técnicas para matar más y de forma más eficaz. Por eso, Delfina decide escribir ella mismo el libro para Melina, y además, le hará un dibujo de todas las cosas que se nombren en él para que la niña sepa cómo son las flores, las frutas, las mariposas, los gatos. Paulatinamente el libro pasa a ser propiedad de la corte de viudas y huérfanos que viven en palacio y entre todos van aumentando el volumen del manuscrito con bellos recuerdos de paz y alegría.
Hasta que el Rey Valerio decide que ese libro, que ha conseguido instaurar la risa como costumbre en palacio, es un objeto subversivo, muy peligroso y que puede desanimar a los soldados en la guerra. Debe deshacerse de él como sea.
Pero... Delfina y Melina lo convencen para que las deje marchar con el libro al castillo del Rey Abundante (el abuelo de Melina). Que allí no serán un estorbo. Y parten un sábado por la mañana, día de tregua; abandonan una tierra inhóspita y humeante por culpa de los cañones con la esperanza de que en el castillo del Rey Abundante sean un poco más libres. Nunca llegaron a su destino. No temáis, no les pasó nada grave. Encontraron un castillo abandonado y decidieron instalarse allí, sembrar, plantar, reconstruir, vivir en paz, cantar y reír.
Adela Turin escribió este relato en 1978 para su sello editorial Della parte de la bambine (A favor de las niñas), casa que fundó para presentar con humor y de forma más compresible la problemática del sexismo. A través de su editorial, Turin pone a disposición de padres y educadores libros divertidos y útiles que plantean difíciles cuestiones pero que son necesarias dialogar desde bien pequeños.
Aunque no somos partidarias de que el sexismo derive en otro tipo de sexismo, Cañones y manzanas nos parece un texto vital para demostrar lo absurdo y abominable de la guerra. Es un álbum ilustrado que permite que cualquier niño comprenda que la guerra es un crimen inadmisible contra la humanidad y la naturaleza, que sólo sirve para destruir las cosas bellas y anular a las personas, para ser siervos de la matanza o permanecer aislados de por vida, como Melina.
Las ilustraciones corren a cargo de Sophie Giles, que ha ilustrado centenares de cuentos para niños, aunque ahora parece ser que vive exclusivamente por y para la fotografía. Una lástima, pues su estilo tiene un toque retro que haría furor en estos tiempos modernos. Pero poco diremos de su trabajo, las imágenes aquí adjuntadas ya son suficientes para admirar su estilo.
Acabaremos con los datos técnicos, como vienen siendo habitual: edita Lumen. Traduce: Humpty Dumpty (que alguien nos presente a este traductor/a, por favor).
Y sobre todo...
¡Haced el amor y no la guerra!
p.s.1: el blog ha sufrido un pequeño parón en estas últimas semanas. A la pereza de las vacaciones se le ha sumado algún que otro asunto familiar, pero que no quepa duda... we're back!
2 comentarios:
Qué chulada tía, las reseñas son muy interesantes. Pero yo quiero ver más cuentos tuyos, ya!!!
¡Muchas gracias, querida!
Quizá no falte ya tanto tiempo para cuentos propios ;)
Un gran MUA
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