Si algo me gusta de trabajar en una librería inglesa es que a partir de ahora va a ser inevitable leer libros en inglés (nuestras afirmaciones son de ésas que suben el precio del pan, ¡ja!). En cuántas ocasiones, durante mis años de librera de cadena, me habrán seducido toda esa serie de editoriales que parecen diseñadas única y exclusivamente para tentar al librero con sus delicatessen; cómo íbamos a escapar de semejante destino que el de comprar y comprar y comprar, mes a mes, cada semana, a veces cuatro o cinco de golpe, si éramos nosotros los encargados de darles un lugar estratégico, o simplemente coherente, en la librería. Pero asimismo, cada vez que pasaba por mis manos un autor anglosajón, yo siempre me decía: "éste lo leo en ingles. Y éste también. Y éste, ay qué edición más bonita... No, no, no, me resisto". Y cumplí la promesa que me hice a mí misma. Desde luego mi bolsillo lo supo agradecer (aunque ya me procuré otras cosas), y desde luego ahora es el momento perfecto para recuperar todas esas notas mentales. Oh sí, yo soy una adicta, lo digo en voz alta, y también que no tengo ninguna intención de rehabilitarme.
Por eso, la primera compra tenía que ser Muriel. Sí, Muriel era un asunto pendiente desde hacía mucho tiempo. The Driver's Seat (en español El asiento del conductor, que edita Contraseña) no es la obra más famosa de Muriel, ni tampoco la más laureada. Ni mucho menos la más larga, unas escasas cien páginas. Pero yo siempre había pensado que iba a empezar por aquí. Como muy bien advierte John Lanchester en el prólogo (ojito con este hombre), uno no puede hablar de la trama de esta novela corta (povesti, que se diría en ruso) sin destrozar la sorpresa final, y privaros de que sea Muriel la que os anuncie el destino de la protagonista Lise, que habla cuatro idiomas a la perfección y tiene unos gustos estéticos la mar de peculiares. Así que no es nuestra intención introducir un spoiler, respirad tranquilos. Por daros unas pequeñas pinceladas: imaginaos a la mujer más amargada y solitaria del mundo; alguien con tales humos y arrogancia a la que es muy difícil demostrar compasión; un personaje con tan mala leche que explota y rebota con cualquier mínima condescendencia que le roza, pero a veces con toda la razón. Y ahí está Lise para dar candela a los pesados, a los extraños, a los que opinan sobre ti cuando no hay necesidad, porque nunca le has preguntado. El problema es que nunca sabe cuándo parar. Y yo paro ya. Lise se va por fin de vacaciones. Y precisamente en su escapada de la tortuosa realidad y la absurda rutina, se centra este relato. Deja su aburrido trabajo de contable, su fría ciudad del norte, su monótona soledad y con los cuatro idiomas que sabe hablar a la perfección se va a una ciudad mediterránea. Como decían en aquel programa, hasta aquí puedo leer.
No sé si habrá sido suficiente para convenceros de que probéis con Muriel. Yo desde luego pienso repetir con esta autora escocesa que usa palabras que no os enseñarán el cole. Y le recomiendo The Driver's Seat a todos los que gustéis de personajes con mucho carácter, con esa inestabilidad que ojalá sólo fuera ficcional, con los que al final se logra simpatizar porque bien podrían ser nuestros vecinos o compañeros de trabajo. Nada de lo que os explique Muriel está a salvo de ser real. Así es ella: de las que recorta y calca la realidad al detalle y monta una novela que yo no pude soltar hasta el final. Como es cortita y sois de gustos exquisitos, preveo que como me ha pasado a mí, os creará la necesidad de más. Cómo me gusta que la realidad a veces juegue a ser fantasía, oh mother of mine.
Buenas noche de miércoles. Los que mañana descansáis, que descanséis bien.
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