14 sept 2013

I Capture the Castle de Dodie Smith

Buenos sábados tengan, camaradas.

No sé si a vosotros os pasará, pero siempre hay un par o tres de novelas al año que, sin esperarlo, acaban resultando de lo mejor que he leído hasta ahora. De esas que no puedo soltar hasta llegar al final, de las que devoro cien páginas de una sentada (quizá ustedes sean unos privilegiados, pero a mí esto me pasa muy de vez en cuando). Me pasó con Rebecca y me pasó con Cumbres borrascosas, y con Doctor Zhivago, y El maestro y Margarita (por supuesto); también con Drácula. Diréis que era obvio que algo así pudiera pasarme con libros semejantes, pero en la mayoría de los casos que he nombrado, al empezar el libro, no había puesto grandes esperanzas en que fuera una total revelación. Como en el caso de El guardián entre el centeno, que empecé un poco porque me daba vergüenza no haber leído la obra. Y pensando, seguro que no es para tanto; no la pude soltar. Y me ha pasado con Dodie Smith y su I Capture the Castle, obra que encontré por casualidad, mirando por ahí con qué podía surtir las estanterías de la librería.

En muchas reseñas, he visto cómo calificaban esta obra de novela juvenil. Pero eso es una burda simplificación del asunto, sustentada en que la protagonista y narradora tan sólo tiene diecisiete años (y en muchos momentos, pensamientos de mujer adulta). La prosa de Smith da para mucho más, y se merece que la consideren un clásico con mayúsculas. Aunque me quede lejana esa edad, y por supuesto, aunque sea una época extraña para nosotros hoy -la campiña inglesa de los años 30 del siglo pasado-, uno no puede evitar sentir atracción hacia un elenco de personajes variopintos, entrañables y, por supuesto, del todo creíbles. Cassandra, nuestra heroína, con ese tono tan de las Brönte a ratos, enamora desde las primeras páginas. I Capture the Castle es en realidad su diario, en tres partes, donde relata los avatares de su familia venida a menos. Empobrecidos por el bloqueo del cabeza de familia -escritor de un único éxito-, malviven en un castillo abandonado y apartado prácticamente de la civilización y condenados a la miseria más extrema. Han vendido los muebles, la porcelana; apenas tienen para comer y para vestirse, y incluso se diría que son un poco inútiles, o muy jóvenes para trabajar. La fortuna de la familia cambia cuando sus nuevos terratenientes, los Cotton, unos acaudalados norteamericanos que heredan la finca por casualidad, irrumpen en sus vidas y la hermana mayor, Rose, está dispuesta a casarse con Simon Cotton para sacar a la familia de la pobreza. Esto es un resumen muy discreto, pues nombrar a todos los personajes partícipes de la trama podría extenderse demasiado (pero que viva Topaz -la madrastra- y el topazismo). Es una novela costumbrista, que mira al pasado y bebe de la tradición inglesa como la que más (influenciada por las grandes como Austen, Brönte, Wharton), pero muy moderna en según qué aspectos. Los personajes femeninos, por ejemplo, no son para nada débiles, ni se demuestran a merced de los hombres o el fatuo destino; tienen su propia manera de pensar y hacer, y gracias Dodie, no son simples floreros. I Capture the Castle es de esos relatos que pueden ser trepidantes porque hacen que la vida cotidiana sea emocionante; donde los sentimientos, celos, medias mentiras, cosas que no se dicen se entremezclan con las convenciones sociales y las ambiciones personales. ¡¡CUIDADO SPOILER!! Y con un final desgarrador y casi trágico, por supuesto, en el contexto de la historia (en la vida real, quizá no nos parecería para tanto). Pero muy real; la amargura siempre parece real. Uno quizá no puede sentirse próxima a Cassandra en cuanto a su condición, pero seguro que encontrará sentimientos volcados en su diario que no le son ajenos.

Dodie Smith, a quien se recuerda sobre todo por su producción teatral y por ser la autora de Los 101 dálmatas, escribió esta novela porque echaba de menos su país. Exiliada en la luminosa California, sentía nostalgia por una tierra húmeda, lluviosa, por el tantas veces recurrente páramo inglés. Aunque su novela también es una bonita oda a la juventud, donde se siente y se vive al límite cualquier pequeñez. Donde se recupera la sensibilidad de las pequeñas cosas, de enamorarse por primera vez, de dejar atrás la infancia y empezar a darse cuenta de lo traicionera e injusta que puede ser la vida. No os parecerá una idea original, porque no lo es, pero es un trabajo muy bien hecho, que deja un maravilloso recuerdo. Es de esas novelas que tocan, de las que te recuerdan cosas que te han pasado alguna vez, y por eso, de un valor incalculable.

Existe una adaptación cinematográfica, por supuesto, con Romola Garai. Y aunque Cassandra es un personaje simplemente maravilloso, especial, como hay pocos, de momento, no nos creemos capaz de visionarla. El recuerdo del destino de Cassandra, de cómo acaba la novela, todavía es tan vívido que no volveríamos a pasar por ese trance. Primero, porque seguro que la adaptación no le hace justicia al texto. Segundo, porque -y esto puede ser una simple opinión personal- el desenlace es muy triste. Hay que ser honestos, en este tipo de literatura, la melancolía, casi la tragedia, es inevitable. 

Hemos tenido la suerte de disfrutar de la novela en una edición de Vintage (ya sabéis, nuestra editorial favorita para las ediciones de bolsillo en inglés), pero nos consta que Salamandra publicó una traducción (ahora bien, no sabemos si todavía se encuentra en edición). Si son ustedes un poco o muy anglófilos, no duden en darle una oportunidad. Y si lo consideran conveniente, expresen su opinión más abajo.

Gracias. 

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