Chris Van Allsburg es mundialmente reconocido por ser el autor de Jumanji, una historia que no necesita presentación. Aunque seguramente aquí nos venga antes a la mente la película, en especial a los niños de los 90, que el álbum ilustrado. Pero nosotras nos hemos introducido en su universo con El higo más dulce, una obra en principio "secundaria" que sin embargo ejemplifica a la perfección los mayores atributos de este autor: introducir la ironía; radiografiar los aspectos más negativos de la naturaleza humana, sin dejar de ser comprensible para los niños. Este es un cuento sobre el egoísmo y el maltrato. Sobre la insolidaridad. Con un ajuste de cuentas para rematar.
Una breve sinopsis (cuidado, puede contener algún ligero spoiler): Bibot es un avaro y exitoso dentista que reside junto a su perro Marcel en París, a quien trata de forma despiadada e injusta. Lleva una vida pulcra y ordenada, calculada al milímetro, donde no queda ni un resquicio para el amor o la compasión. Hasta que una anciana a la que le ha sacado una muela le paga con unos supuestos higos mágicos en vez de dinero. Podéis haceros una idea de cómo Bibot trata a la anciana: la expulsa de su consulta de las peores maneras. Pero conserva los higos, que en teoría deben cumplir sus sueños. Incrédulo, aquella noche se toma uno y tiene los sueños más extraños del mundo. Sueños que al día siguiente se hacen realidad y Bibot pasa entonces a considerar que la anciana no estaba loca después de todo. Decide que educará sus sueños, que todas las noches se entrenará para soñar un futuro idílico que se materializará cuando se coma el último higo. Así Bibot se ve el hombre más rico del mundo, el más feliz, el más todo. Pero el futuro es imprevisible y, al final, ante un descuido de Bibot es Marcel, el perro, quien se come el último higo. Imaginaros qué soñó el can. Nosotras aplaudimos el final. Maravilloso (que te den, Bibot).
Como nos pasa con los cómics, rara vez comentamos un álbum si no nos han gustado sus ilustraciones. El higo más dulce no es una excepción. Van Allsburg realiza un trabajo delicioso, realista, pulcro, muy para los niños y muy para los adultos. Gracias a su esposa, que le convenció de que sus dibujos eran ideales para las historias para niños, pues él quería ser escultor. Un autor entrañable que seguiremos reseñando en el futuro, estamos convencidas.
¡¡Hasta pronto!!
Y si estáis en Barcelona, feliz Mercè y esas cosas.
p.S: Este álbum fue otro de nuestros descubrimientos bibliotecarios. Fondo de Cultura Económica lo publicaba en 1995 (así que suponemos que debe tratarse de una edición descatalogada :(, pues nunca ha pasado por nuestra librería). Lo tradujo Francisco Segovia (curiosamente el traductor de nuestra última reseña). También se editó en México bajo la dirección de Daniel Goldin (editor del que somos fans, y que ahora está en Océano Travesía, nos chivan; esperamos que eso no suponga que FCE baje la calidad de sus publicaciones ilustradas).
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