Además de gran satisfacción, la lectura de Walden nos va a proporcionar un sinfín de retazos de sabiduría y muchas cuestiones que deberíamos reflexionar con calma: ¿estamos viviendo la vida que queremos y como la queremos?
Eso de dedicar la mejor parte de la vida a ganar dinero con objeto de disfrutar de una libertad cuestionable durante la peor parte de aquélla me recuerda a aquel inglés que se fue a la India a hacer fortuna para luego poder regresar a Inglaterra y vivir una vida de poeta. Debería haber subido a la buhardilla en primer lugar.
El 4 de julio de 1845, Thoreau decidió instalarse en los bosques, junto a la laguna de Walden. Se construyó una casa con sus propias manos, organizó su propio huerto y durante dos años vivió solo y por sí mismo, en contacto con la naturaleza, sin pagar impuestos a ningún Estado caníbal. Y entre diversas actividades, escribió un diario que debería iluminar al mundo. Por cosas como esta:
Fui a los bosques porque quería vivir con un propósito: para hacer frente sólo a los hechos esenciales de la vida, por ver si era capaz de aprender lo que aquélla tuviera por enseñar, y por no descubrir, cuando llegase mi hora, que no había siquiera vivido. No deseaba vivir lo que no es vida, ¡es tan caro el vivir!, ni practicar la resignación, a menos que fuera absolutamente necesario. Quería vivir profundamente y extraer de ello toda la médula; de modo tan duro y espartano que eliminara todo lo espurio, haciendo limpieza drástica de todo lo marginal y reduciendo la vida a su mínima expresión; y si ésta se revelaba mezquina, obtener toda su genuina mezquindad y dársela a conocer al mundo; pero si fuera sublime, conocerla por propia experiencia y ofrecer un verdadero recuento de ella en mi próxima manifestación.
Pero aquí estamos, socialmente aceptados, socialmente asimilados. Aunque la sociedad nos pese. Nos levantamos para ir a trabajar, si podemos gozar del beneplácito de tener un trabajo. Nos levantamos y nos sentimos mal, porque esto no es lo que queríamos, no es como lo que queríamos. Nos resignamos con un "siempre ha sido así" o "qué le voy a hacer".
Una se da cuenta que Thoreaus con verdaderas agallas para vivir profundamente y extraer de ello toda la médula hay muy pocos.
Pero la conciencia de la prisión social es el primer paso para el desacato. Al menos, espiritual.
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