11 jul 2013

Animales animados de Serguéi Tretiakov y Aleksandr Ródchenko

Hermanas, hermanos, hoy vamos a empezar con una pequeña reflexión filosófica que tenemos a mano:

Creo que elegimos a nuestros héroes personales de forma arbitraria, visceral. En algún recóndito paraje neuronal algo hace "clic" al contemplar, escuchar o leer algo y, entonces, uno se enamora de por vida de un creador, de un revolucionario, que le inspira a diario, o que siempre está ahí, en el fondo de la memoria para salir a relucir en el momento más inesperado. Hasta aquí nuestra efímera perorata sobre el héroe. Tenemos muchos, porque debemos de ser de amor fácil. Pero en la cúspide, entre la selección más exquisita, tenemos a Aleksandr Ródchenko. Autor polifacético: Ródchenko era pintor, era fotógrafo; trabajaba en publicidad (pero no a lo Mad Men, sino a lo propagandista socialista convencido); diseñador, profesor, pensador. Dijo aquello de "Nuestro deber es experimentar" y nos conquistó de por vida. Participó en único álbum infantil, Samozverí, traducido al español como Animales animados y que Gustado Gili tuvo a bien publicar en 2012 ¡¡en una edición bilingüe!! 


Animales animados viene firmada por el poeta soviético Serguéi Tretiakov, uno de los que acabarían siendo víctima de las Gran Purga de los años 30. Tretiakov pertenece a la vanguardia soviética de la época, a ese grupo de artistas futuristas que buscaban innovar con todo lo que hacían. Pero nunca había sido su intención convertirse en poeta infantil. Samozverí es un proyecto único, inspirado por su hijos y por los recuerdos de la infancia, en que dos niños juegan a transformarse en animales. Se publicó por primera vez en la revista El pionero, con ilustraciones de Boris Pokrovski. Cuando Aleksandr Ródchenko y, de forma colateral, su mujer Varvara Stepánova entraron en el proyecto allá por 1927 con la intención de reeditarlo (algo que nunca llegó a suceder), la obra se convirtió en un auténtico experimento fotográfico. Y esto es precisamente lo que casi cien años después tenemos entre manos.

Ródchenko diseñó una especie de teatro donde escenificar a los animales en tres dimesiones; Stepánova acabó de encajar las piezas y de montar al caballo, el canguro, el gato, etc. El diseño es sobrio y sencillo: cartulina blanca; fotografía en blanco y negro; juego de luces y sombras calculado al milímetro. Muy acorde con el arte constructivista del momento, un diseño al más puro estilo Bauhaus. Ródchenko también tiró de su infancia, cuando la necesidad le hacia crear sus propios juguetes con lo que tuviera a mano. Sin adornos, sin florituras, caras simpáticas en papel. Los artistas no simplemente querían ilustrar las versos del poeta, sino crear un manual de instrucciones para que los niños pudieran montar los animales y se adentraran en la obra de una forma más personal. Los animales originales se han perdido, sólo quedan las fotografías. También se perdieron las instrucciones específicas para el montaje de los distintos personajes que pululan por este teatro industrial, que casi parece improvisado, pero del que Ródchenko estudió cada ángulo antes de fotografiarlo. Gustavo Gili añade unas cartulinas recortables con los patrones ya perfilados, con las líneas de puntos que indican dónde doblar, algo que no se iba a incluir en el proyecto original. Pero suponemos que el niño del s.XXI difiere bastante del niño soviético. 

Quiero morir de la emoción: ¿eso del fondo serán los libros de Ródchenko?

Alguien puede pensar que es una obra fría, que el teatro en cartulina no funciona, que le falta color, que no llamará la atención de los niños de hoy. Y sin embargo, casi cien años después, sigue siendo una obra moderna, digna de una editorial que publica muchísimas cosas de diseño; única en su especie. Muy stop-motion, cuando todavía no era una práctica extendida. Muy diferente, en resumen. Pueda gustar o no, pero pocas cosas habréis visto que se le parezcan (pero si conocéis más álbumes así, por favor, decídnoslo).

No podemos ser imparciales con Ródchenko, que era un hombre del futuro. Esperamos que busquéis la obra, que le echéis un vistazo. Que nos contéis qué os ha parecido. Que volváis a leernos en nuestra próxima entrada.

¡Salud, camaradas!

Edita: Gustavo Gili -- Traduce: Marta Rebón y Ferrán Mateo -- Precio: 19€

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