5 jul 2012

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Cuando M. vio el fantasma sobre mi cabeza, estaba cortando pelo de una cabeza con pocas canas. Se detuvo en seco y la clienta se removió en el asiento un poco molesta, pues tenía prisa. Yo seguía en la inopia de una revista de interiorismo que mostraba muebles estrafalarios en casas lejanas. El fantasma estaba decidido a atacarme en presencia de M. y llevarme a otra esfera de la realidad. Por despecho. Porque ni Lady Di ni María Estuardo hacían caso a su galantería. Él, que había sido caballero templario en el s.XIII. La otra clienta inspeccionaba en el espejo el trabajo a medio hacer de M., valorando si quejarse un poco para recuperar su atención.


M., pálido y estupefacto, no podía apartar la vista del fantasma que ahora abría la boca y se abalanzaba a cámara lenta sobre mi cogote. Pero el tinte que arraigaba en mi cabeza tuvo un efecto inesperado: el aliento fantasmal provocó que el pigmento se evaporase y el fantasma inhaló más producto de lo indicado para preservar la salud de los profesionales del peinado. Se esfumó en cuestión de segundos, coloreado y convulso, y nadie pudo ir a su socorro. M. seguía sin moverse. Por fin, la clienta le devolvió la vida que aparición tan funesta parecía haberle robado:

-Si eso, córtame un poco más de este lado, porfa.


Del gélido y tenebroso contacto, yo únicamente obtuve un ligero resfriado. 

2 comentarios:

san dijo...

Ya me gustaria a mi, ke un fantasma apareciera sobre mi pelo, me dejaria llevar aunque solo sea por un minuto i evadirme de la atencion de aquellas personas ke solon piensan en si mismas!!!!

Jen dijo...

Si pero el resfriado es bastante engorroso en verano ;)